lunes, 4 de noviembre de 2019

Linense 1 R. Murcia 1

En el fin de semana de todos los santos, o de Halloween, como lo llaman ahora mis hijos y sus amigos, el Real Murcia me hizo experimentar un fenómeno paranormal en la tarde del domingo.
Encendí la tele mediada la primera mitad y me encontré a los jugadores de la Balompédica celebrando el primer gol. Entre abrazo y abrazo tuve ocasión de ver repetido el ya clásico tanto que encaja cada partido el equipo de Adrián Hernández: balón suelto en la frontal aprovechado por un contrario para batir a nuestro portero.
Con el marcador en contra el Murcia buscó el empate con el viento en contra. El mar azul se confundía con el cielo sobre la despoblada grada hasta que en el último suspiro del primer tiempo el árbitro señaló penalti cuando el portero local atropelló a Dorrio en su salida. Todo pintaba bien hasta que Chumbi se encargó de lanzar demasiado alto por encima de la portería en dirección a los petroleros que se divisaban en el horizonte.
Apagué el televisor contrariado en el descanso pero volví a encenderlo en la segunda mitad justo en el momento en que Juanra ponía el empate en el marcador.
Aguanté hasta que la Balona se quedó con diez y apagué de nuevo el televisor buscando un milagro que no se produjo. Cuando volví a encenderlo era demasiado tarde y el partido había finalizado sin que se moviera el marcador. Quizá inconscientemente yo también di por bueno el empate.

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